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Requejo de la Vega: “Pasado, presente y futuro”

Redacción Miércoles, 04 de Septiembre de 2019 Tiempo de lectura:

Sonia Mª García Martínez, natural y vecina de Requejo, historiadora y profesora del IES Ornia de La Bañeza desgranó, ante numerosos vecinos que llenaron el salón de actos de las Tierras Bañezanas, la historia de esta pequeña localidad vecina, perteneciente al Ayuntamiento de Soto de la Vega.

 

Los ríos Órbigo y Tuerto que bañan ambas localidades y que a veces son elementos de separación, han servido, sin embargo, de hilo y vinculación con dos puentes significativos: El Puente Paulón y el Puente Victoria. Es el río Órbigo el que con sus inundaciones ha hecho que se pueda considerar a Requejo como “La Mesopotamia”.

 

Requejo significa rincón, paraje escondido o terreno abrigado. Pese a que no hay muchos vestigios parece que es de origen visigótico. El topónimo, en el año 1997, era Requejo de Alarico, apareciendo en varios documentos dispersos, los nombres de Requeixo, Rekeixo, Requexo, hasta que en 1737 aparece el nombre actual en los Libros Parroquiales.

 

Perteneció jurídicamente a Palacios de la Valduerna y eclesiásticamente a Astorga. Era Requejo, a mediados del siglo XVIII, lugar de señorío perteneciente al Infantado de la Valduerna, posesión del Conde de Miranda, quien cobraba al pueblo 156 Reales de tributo anual.

 

Desgranó los conflictos que el pueblo tuvo a través del “Común de Requejo” con el Señor de Hinojo por haber removido éste los mojones de delimitación de “La Vega de Amedias” bajo el pretexto de necesitar las praderías para la cría de caballos de raza, un conflicto que ganó el Concejo de Requejo.

 

En la época Moderna las tropas francesas asolaron el lugar y se registraron las cargas de trigo que el general Benavides se llevó para Astorga y La Bañeza para alimentar al numeroso ejército napoleónico.

 

Famosa por sus numerosos molinos de harina y de linaza. En la época actual destacó el éxodo de numerosas familias durante el desarrollismo principalmente hacia el País Vasco y Valladolid. Hoy día la localidad vive próspera y tranquila en la que solamente figuran dos agricultores, dos viveros, numerosos talleres y negocios de hostelería como un “casi barrio” residencial de La Bañeza.

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