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¿Belleza impuesta o reflejo interior? La visión transformadora de Ana más allá de los cánones

S. Domingo, 11 de Mayo de 2025 Tiempo de lectura:

A lo largo de su trayectoria profesional, por el negocio de Ana han pasado infinidad de mujeres y hombres que la han impresionado con su inteligencia y determinación…personas brillantes y seguras en muchos aspectos de sus vidas, y algunas de ellas, sin embargo, han visto mermada su valía por no cumplir con la injusticia de un estándar de belleza cambiante, siempre inalcanzable, y definido por cada momento histórico específico. Por suerte, en estos años de observación y de vivencias, Ana también ha sido testigo —y parte— de cómo esas mismas personas han conseguido sonreír de nuevo al espejo. Ella sabe lo complicado que es tener control sobre el propio cuerpo cuando los estereotipos están mutando constantemente. Trabajar con la belleza significa trabajar con la vulnerabilidad.

 

Disciplinada y espontánea, apasionada y calmada, sofisticada y cercana, y con otras tantas contradicciones perfectamente equilibradas que hacen de ella alguien capaz de reparar cualquier cuerpo agrietado por las exigencias del mundo. Las palabras y el rostro de Ana son fieles intérpretes de lo que piensa, y pasa toda la entrevista con los ojos iluminados, contándome cómo la vida la desvió del camino que había elegido hasta ponerle delante la oportunidad de ejercer esta profesión. ¿Cómo es posible que un trabajo consiga poner en juego tantas emociones?

 

A Ana le encanta desprenderse de su piel —quizás esta alquimia sea la virtud que más me atrae de ella— y percibir el mundo desde la de sus clientes: una transmigración de sensibilidad que le permite pensar desde muchas perspectivas distintas. Ella no trabaja con moldes ni repite fórmulas, sino que construye desde la singularidad, y víctima de su experiencia, consigue comprender la belleza única de quienes cruzan la puerta, intentando hacer visible lo que se oculta tras las armaduras.

 

El deseo de atraer al otro es habitual y común a todos los seres humanos. Nos guste o no, necesitamos el reconocimiento ajeno para tener constancia de nuestro valor. Entonces, cuestionemos el papel que lo físico juega en nuestras vidas: a veces, olvidamos que el verdadero espejo es el mundo y que la percepción que tenemos de nuestra apariencia depende más de los demás que del reflejo que nos devuelve un cristal. La belleza no deja de ser un poder que los demás nos pueden conceder —o no—.

 

Por eso, rodearse bien es siempre una victoria. Y quienes eligen a Ana, lo saben. En un trabajo —y en un contexto— que parecería completamente dependiente de la mirada, y que cada día pone a prueba tanto su formación como sus dones innatos, la apuesta de Ana ha sido utilizar el oído, y, así, ha convertido su escucha en el activo más poderoso de su negocio. Quizás el deseo de que nos pongan los ojos encima encubra, en realidad, el anhelo de que nos escuchen. De que nos entiendan. De que nos cuiden. De que nos quieran.

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